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Injusticia

23.12.2011 10:53

Alguien dijo, con mucha razón, que la autoridad es como un plato de porcelana que al caerse y romperse, por más que se trate, no se puede recomponer a cabalidad.

En nuestro sistema judicial tenemos leyes para casi todo y otras leyes que son sustitutas de las primeras. Hay leyes contra el ruido, contra la deforestación, contra el enriquecimiento ilícito, contra y contra y recontraconta.

Los enjundiosos legisladores, cuando cansados de levantar la mano y de asentir, sin ningún estudio factible a lo que le ordenan del palacio, quieren llamar la atención, inventan otra ley y su sustituta para cualquier cosa. Lo único que no existe es la voluntad política de aplicarlas. Pareciese que se vive en una jungla, como chivos- contradictoriamente - sin ley.

Todo esto viene a cuentas, por la escogencia en el día de ayer- diciembre 21- de los honorables jueces al tribunal constitucional al tribunal electoral y  los de la suprema corte de justicia. Esto podría verse como un gran adelanto en materia judicial y esperábamos eso, por entender que ninguna sociedad civilizada, sin entes rectores, puede llegar al desarrollo y a la convivencia pacífica de sus ciudadanos en un entorno que permita que los cánones legales sean el patrón por excelencia y la vía por la que conduzcan los caminos de justicia e igualdad.

Oh sorpresa. Los juristas que conformaran estas cofradías son miembros de los tres partidos dominantes, PLD, PRD y PRSC. Lejos de crear entarimados normativos, hay la intención de dominio político. El gran favorecido es el presidente Leonel Fernández que, con estas denominaciones, tiene una patente de corso para erigirse en el dictador supremo del estado.

En el año 50 AC el general romano Cayo Julio Cesar Augusto, cruzo el rubicón, hiriendo de muerte a la república y creando un imperio. En el día de ayer, el presidente Fernández cruzó el rubicón y dejo constituido el armazón de su poder omnímodo. Lo que me apena no es en esencia esta especie de “coca” que se pretende con la democracia dominicana, sino la ausencia de voces, la indiferencia de la población, mas “en bachata” y en el ron que en el país.

Me ofende la apatía el “dejavu” y el no entender que somos más culpables los que no hacemos ni decimos nada, que los que hacen, aunque al hacer sea para su beneficio y no en el de la patria, este conformismo acomodaticio, más temprano que tarde, costará dolor, sacrificios y sangre.

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Editor: George Richardson