A MI ME DAN MI CON CON | Xiomarita Pérez
Si por cualquier circunstancia la comida estaba a las dos de la tarde, preferíamos no raspar el concón, porque la bulla que hacía la raspadera delataba la hora en que estábamos comiendo. Ese momento parecía un Viernes Santo, que tampoco se raspaba el concón por el recogimiento espiritual.
Los vecinos no debían enterarse que se estaba comiendo tan tarde, porque se pensaba que no había dinero para la comida, había discreción, aunque los vecinos en esa época eran solidarios.
Es más, una vez uno de mis hermanos llegó justo raspando el concón y le dijo a mamá que la casa parecía una fonda, por la raspadera.
Para que el concón se pueda comer es preferible que el arroz se cocine en un caldero de hierro, porque si se cocina en una olla de aluminio fácilmente se quema o se ahúma y el sabor es desagradable.
En nuestro país se le dice concón a todo lo que se pega, concón de chenchén, concón de leche, etc. En otros países se le dice “pegao”.
Donde hay un dominicano, aunque tengan ollas modernas, siempre hay un calderito que hace concón, reposando debajo del fregadero.
Si se presentaba un amigo ya servida la comida decía “a mí me da mi concón” o la ya desusada expresión “guárdame la rapa”.
Xiomarita Pérez
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